El préstamo

El préstamo

La farmacia se creó para eso. Para que un profesional, en un establecimiento adecuado, se responsabilizara de unos productos de manejo delicado e incluso, peligroso: los medicamentos. Unos productos que pueden salvarnos, pero también perjudicarnos, incluso matarnos si no los utilizamos correctamente.

Para eso nació y para eso continúa viva y coleando. Con esa función y no con otra. Aunque los modelos sean distintos, esa esencia se mantiene en cualquier parte del mundo. Muchos ríos de tinta hemos gastado hablando de los modelos distintos y aunque sea importante escribir de eso, que lo es, de vez en cuando debemos utilizar el tintero para reflexionar sobre ese núcleo, su alma como me gusta llamarla.

En eso voy a ser muy escueto en mi pensamiento. Si perdemos eso, su tuétano, matamos a la farmacia. Sin embargo, una vez lanzada esa sentencia, y después de quedarme así de tranquilo, aunque, eso sí, dispuesto a debatirlo con quien le apetezca, hoy me dispongo a escribir sobre lo que reviste el alma.

Existen múltiples capas que envuelven el alma y que dibujan la imagen que tenemos de la farmacia y aún más que condicionan el modelo de negocio que la sustenta. Vamos allá que, de esos sí que existen multitud de opiniones, de análisis y por descontado, de matices.

Ni quiero ni puedo, porque no sé suficiente, hacer un análisis exhaustivo de la farmacia comunitaria. Voy a limitarme a opinar sobre algún aspecto de ese envoltorio. En concreto, a los que se refieren a los mercados que se han generado alrededor del propio medicamento y que, en los países que tenemos la suerte de poder ocuparnos de algo más de lo que es esencial y preocuparnos por las dificultades para poder acceder a lo realmente esencial, son parte de nuestra lista de ocupaciones y preocupaciones.

La salud y el bienestar de las personas va más allá de lo que consideramos como la ausencia de enfermedad. Esta premisa, además de influir en muchas cuestiones que afectan al nivel de vida de la sociedad y a sus respectivos sistemas sanitarios, también es un motor que no ha parado de generar mercados y por tanto, negocio.

Sea por lo que fuere, por iniciativa de los farmacéuticos o por la visión de la industria, el mercado del CH en España en la oficina de farmacia ha tenido un recorrido floreciente en los últimos 50 años. ¿Quién no recuerda aquel famoso “exclusivo en farmacia”? Un préstamo que nos hicieron a largo plazo.

Bien mirado muchos no lo recordáis, pero así nació este mercado. Nació, creció y se robusteció hasta llegar a los aproximadamente 5.000M€ actuales que representan un 23% del total del mercado. Cuando se analiza el sector de las oficinas de farmacia de poco valen las medias, por la radical diversidad de situaciones entre farmacias, pero lo que sí se puede asegurar es que no se trata de un mercado residual ni despreciable.

Aunque siempre hay quien cree que los préstamos son realmente regalos. Eso no es así. Es importante ser consciente de que existen cláusulas que deben cumplirse para que no acabes embargado.

¿Cómo debemos actuar ante el reto que representa la competencia de los nuevos actores una vez extinguida la primigenia exclusividad? ¿Cómo afrontar la creciente madurez y autonomía del consumidor? ¿Cómo competir con los nuevos hábitos de consumo? ¿Cómo incorporarnos al mercado digital? Dejar de buscar respuestas a esas preguntas o peor aún, creer que esas preguntas no son pertinentes no es una buena actitud.

Encontrar el equilibrio adecuado para poder mantener ese mercado en nuestras manos sin comprometer lo que es la función asistencial de la farmacia comunitaria y sin acometer desmesuradas inversiones fuera de cualquier lógica empresarial debe ser nuestra hoja de ruta.