Preguntar por la importancia de la parafarmacia en la farmacia es poner en compromiso a quien tiene que responder. A mí no paran de preguntármelo. Unos quieren que responda que no es importante y los otros que es fundamental en la farmacia de nuestros días y los que esperan que responda lo que no respondo ya tienen el argumento preparado para clasificarme de rarito si la respuesta no es de su agrado que, por otra parte, es uno de los deportes favoritos de los colegas de profesión.
No voy a responder, no porque me preocupe demasiado el epíteto que me ganaría si respondiese lo que fuera sino porque la pregunta es sencillamente una estupidez. La parafarmacia es una realidad aquí y en todo el mundo lo suficientemente rico para poder preocuparse de algo más que de la subsistencia. La industria de la salud es uno de los sectores más importantes en la economía y no necesita de la opinión de un insignificante farmacéutico para continuar creando nuevos productos y diseñando estrategias para que su sector crezca. Eso va a ser así, diga lo que yo diga.
Si analizamos el papel histórico de la participación de la farmacia en este mercado, el de la venta de productos parafarmacéuticos, dicho de otro modo el mercado de lo que no es considerado medicamento, observamos que hace ya unas décadas la farmacia fue una puerta de entrada de determinados productos para el cuidado de la salud, amparado por el prestigio que el establecimiento y el profesional al frente otorgaba a ese producto, incluso podemos observar medicamentos que dejaban de ser considerados como tales, transformándose en productos de parafarmacia que no se movían de las estanterías de la farmacia. Durante años esa fue la situación.
¿Qué cambios en ese mercado destacaría durante estos últimos años?
Hacer un análisis exhaustivo de esa evolución escapa a mi capacidad de análisis, pero voy a citar cuatro aspectos que creo lo suficientemente significativos para llegar a conclusiones útiles.
El crecimiento exponencial del interés del ciudadano por el autocuidado de su salud y de su bienestar en paralelo a su capacidad de gastar más dinero en ello.
La apertura de los diferentes canales de retail con el objetivo de que ese producto sea lo más accesible a ese consumidor cada vez más numeroso, rico y sofisticado.
El incremento del grado de interés y del conocimiento del usuario en lo que se refiere a su propia salud y de los productos que pueden ayudarlo.
La explosiva irrupción de internet como un canal de suministro de información y a la vez como un nuevo canal de acceso al propio producto.
La farmacia debido a su historia y a su buen hacer aún mantiene una porción de ese pastel cuando menos interesante, lo es para ella y también para la industria, pero de lo que se trata es de acertar en la estrategia más eficiente para conservar la mayor parte el mayor tiempo posible.
No tengo la osadía suficiente para aconsejar cuál debe ser la estrategia más adecuada para lograr ese objetivo, pero si la franqueza para exponeros algunas conclusiones a las que he llegado durante estos años en los que me he dedicado a observar y reflexionar sobre farmacia con la sana intención de ayudar a definirla.
El esfuerzo económico y la adecuación del espacio y de la plantilla de las farmacias dedicado a esa porción de mercado debe ser proporcional a su potencial y nunca debería perjudicar las inversiones, la dedicación y la imagen de la farmacia como establecimiento asistencial comunitario. Es un error creer que el “core” de un negocio lo es y lo continuará siendo sin la adecuada inversión y dedicación.
El mercado y los clientes han cambiado y no es un cambio circunstancial, es substancial. Es un error creer que se adaptarán a lo que a nosotros nos gustaría que continuara siendo.
La farmacia debe aprender a competir y a compartir ese mercado con otros canales, reclamar exclusividades sólo sirve para retrasar lo evidente. No tiene porque ser una estrategia errónea, pero sí con un recorrido limitado.
Internet ha llegado y ha cambiado profundamente la sociedad. Es un error creer que eso implica que las farmacias continuarán haciendo lo de siempre, pero a distancia a través de una pantalla de ordenador. Harán lo de siempre que es mucho, pero no es posible ni conveniente limitar la tecnología para no poner en peligro lo de siempre, al contrario, las farmacias deben aprovecharla al máximo y adecuar sus servicios a las posibilidades que esa tecnología les ofrece.